Por Manuel Araníbar Luna
1.
Lima, Perú. Sudamérica. Mundo. Año 1970. Se separan los Beatles. EEUU lanza el Apolo 13 que regresa a la tierra por desperfectos. Primer programa de Chespirito en México. Terremoto en el Perú, 50 mil muertos el mismo día de la inauguración del Mundial de México. Mueren Jimi Hendrix, Charles de Gaulle y Agustín Lara. Nace Pedro Suarez Vértiz.
2.
30
de noviembre de ese mismo 1970, kilómetro 5.5 de la entonces llamada Panamericana
Norte. En un instituto llamado Servicio Nacional de Aprendizaje y Trabajo Industrial,
SENATI, acontecían un final y un nacimiento:
Finalizaba
la formación de una pujante y sobresaliente promoción de profesionales en el rubro
de la tecnología. Decíamos adiós al Instituto en el cual pasamos tres años utilizando
dos vestimentas, el uniforme comando de color kaki, corbata negra y fotocheck al pecho para las clases teóricas,
y el overol plomo de mangas cortas con el logo SENATI para las prácticas.
En
esa misma fecha nacían nuevos profesionales. El uniforme comando, garabateado
con plumón para las tristes despedidas, había quedado guardado en el ropero. Ya había terminado el pedido para pasaje al papá,
a la mamá o a los hermanos mayores. Éramos ya éramos ciudadanos sin Libreta
Electoral, pese a que en esa época la ciudadanía se obtenía a los 21. Ciudadanos
porque habíamos terminado una carrera. Empezaba una nueva época. Ciudadanos porque
teníamos nuevos deberes y obligaciones. Había que ayudar en gastos de casa
porque para ello se nos había formado. Ahora teníamos chamba completa en fábricas
y talleres. Había que ensuciarse las manos para llevar el pan a casa.
3
Desde
meses atrás ya nos estábamos preparando. Conociendo el incumplimiento de los
sastres, algunos ya se habían mandado hacer sus ternos a la moda con tiempo de
antelación. Otros pensaban hasta en contratar conjuntos roqueros o salseros. En
los grupos se discutía con qué marca de cerveza íbamos a celebrar y sobre todo,
cuantas cajas. ¿alcanzaría? Recuerdo que un instructor de Automotores, tratando
de prevenir lo que podía ocurrir, quiso bajarnos la velocidad.
—¿Cuarenta
cajas de cerveza? ¡Está locos! Esto no es borrachera, muchachos. Sólo un
brindis y gaseosas para todos. Y mucho baile.
Nadie
le hizo caso. Los muchachos querían desfogar toda su angustia contenida, sus
noches quemándose se las pestañas, sus interminables jornadas en prácticas de
talleres desvencijados sin las mínimas comodidades que habíamos tenido en el SENATI.
Treinta y seis meses esperando este momento de alegría, ¿y lo ibamos a celebrar
con gaseosas y sanguchitos?
4
Y
por fin llegó la noche esperada. Fuimos llegando acompañados por familiares,
amigos, hermanas, enamoradas. Brindis, discursos, baile. Más brindis, más
baile. Las primeras salsas, Santana. Brindis. Willy Colón. Salud. Los Destellos. Salud. Los Maracaibos. Más brindis.
Salud, mis hermanos. Hasta que llegó lo que tenía que llegar: algunas discusiones
por antiguos rencores, y conatos de reyertas. Bah, todo quedó para la anécdota.
Una fiesta de promoción sin bailes ni brindis ni anécdotas que contar a los nietos
no es fiesta, es un rezo de rosario.
5
Algunos
compañeros siguieron desarrollándose como inicio a otras profesiones, otros se
estancaron. Muchos siguieron comunicándose. A otros se les perdió de vista. Algunos
viajaron a provincias. Otros emigraron al extranejero. Unos pocos fallecieron. Algunos
jamás ejercieron. Otros cambiaron de profesión y le dijeron chau al overol. Pero
todos rompimos ese cascarón llamado estudiante
para desarrollarnos como ciudadanos y conocer lo que es la vida. Ahora sí, al
igual que la frase de Bolognesi, teníamos deberes sagrados que cumplir.
CODA
Un
minuto de silencio por quienes pasaron a la eternidad. Hasta siempre, senatinos
que nos llevaron la delantera. Y un brindis lleno de nostalgia por estos
cincuenta años transcurridos
¡Salud
senatinos!
Muy bonitas palabras Manuel y un relato que me transportó a aquél momento,un abrazo a todos los compañeros que formamos una gran familia a la distancia les deseo muchas felicidades
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